En un comentario reciente, Pedro de Paz, ilustre visitante de esta modesta bitácora vuestra, tuvo la amabilidad de recomendarme un blog llamado "Miserias Literarias", en donde su autor, un conocido escritor amparado bajo el pseudónimo de Prometeo, desgrana la realidad editorial española de una modo casi desgarrador para el escritor novel pero, y esto es de agradecer, sí abundante en realismo. El motivo de ocultar su verdadera identidad, decía él, era el temor a sufrir represalias posteriores por desvelar infames comportamientos e impropias actitudes de los popes de este mundillo en el que muchos aspiramos a entrar. Lamentablemente, quizás sus sospechas no eran infundadas, quizás sus detractores lograron su objetivo; las entradas de Prometeo terminaron en el año 2007, y ya no se ha vuelto a saber nada más de él. Sin embargo, por suerte para muchos, aún siguen ahí, colgadas sabe Dios de dónde, iluminando a todos aquellos que aún lo leen.
Su blog, seguido de forma habitual por un gran número de lectores, describía el largo camino de ilusiones y desdichas por el que transitamos todos los aficionados al mundo de la literatura, estableciendo, o así me pareció entender, una premisa fundamental: poco tiene en común el oficio de escribir con la consecuencia de publicar. Así dicho, tal afirmación puede parecer extraña o confusa, pero trataré de explicarme mejor.
Prometeo, de modo claro y ameno para el lector, descubre un sinfín de claves muy útiles para el escritor novel a las que, casi siempre, la mayoría de nosotros nunca tenemos acceso. Resulta en ocasiones descorazonador, es cierto, el saber que buena parte de los concursos literarios en los que volcamos nuestras ilusiones, como casi único modo de introducirnos en este mundo de las letras, están manipulados y concedidos de antemano; resulta sorprendente el enterarse de que buena parte de los escritores que conocemos y admiramos no obtienen los cuantiosos beneficios que nosotros, ingenuos redomados, les atribuimos, y resulta desmoralizador el comprobar que no siempre la calidad es lo que cuenta -aunque esto último nos pueda abrir las puertas a alguno. Es el blog, en suma, un compendio de los muchos pesares que acompañan al escritor en su lucha diaria, y conforma un acertado augurio de las muchas penalidades que nos esperan a los noveles. Sin embargo, y concediendo que esto ya todo el mundo lo sospechaba, el oculto Prometeo, y los múltiples visitantes que contribuyen a hacer de "Miserias literarias" una bitácora especialmente útil y reveladora, hace especial hincapié en que seamos obstinadamente testarudos en nuestros anhelos y nuestra vocación, sin dejarnos arrastrar por la dificultad y los obstáculos que nos encontremos en el camino, por muy numerosos que éstos sean. Abre de este modo una puerta a la esperanza, arroja algo de luz sobre esta senda abrupta y compleja, y contribuye a que nos liberemos de ansias perniciosas que pudieran llevarnos a querer llegar demasiado deprisa. Aconseja, en fin, al igual que el siempre afable y generoso Miguel Baquero en uno de los comentarios que ha incluido en "el Novelista novel", que sigamos escribiendo, que tratemos de hacerlo cada vez mejor, con todas nuestras fuerzas, sin pensar en lo que de ello podamos obtener, sin plantearse objetivos ulteriores, haciéndolo tan sólo, y eso es lo bueno, por el enorme placer que con ello logramos. Concedámosle entonces a ambos, sin ninguna duda, que no hay consejo más sabio.
La conclusión más juiciosa que se puede extraer de la lectura de "Miserias literarias" es que publicar es, para todos nosotros, un sueño muy deseado, un gran anhelo, pero es algo que nunca debe apartarnos de la verdadera vocación. Muy largo es el camino que hay que recorrer para llegar a las editoriales, y siempre está preñado de mil trabas que sortear. Unos lo consiguen, otros no;no nos agobiemos, por tanto, por ello. Si llega, alabado sea Dios; si no llega, nos queda el disfrute logrado. Y eso, estaréis de acuerdo conmigo, es mucho.
Yo ansío publicar, es cierto, pero me entusiasma escribir. Desde que comencé con ello, hace casi un año, la satisfación que me produce es cada vez mayor, cada vez más intensa, y por eso continúo. Ya he dejado atrás las ínfulas de best seller, los anhelos de fama y reconocimiento, y ya tan sólo me refugio en el gozo obtenido. Procuro mejorar, escribir cada vez más, cada vez mejor, y creo que ése es el camino adecuado. No dejo atrás el gran sueño de ver algún día una obra mía publicada, lo reconozco, pero ya no me dejo cegar por ello. Ahora, y eso es lo más bonito, tan sólo disfruto.
Su blog, seguido de forma habitual por un gran número de lectores, describía el largo camino de ilusiones y desdichas por el que transitamos todos los aficionados al mundo de la literatura, estableciendo, o así me pareció entender, una premisa fundamental: poco tiene en común el oficio de escribir con la consecuencia de publicar. Así dicho, tal afirmación puede parecer extraña o confusa, pero trataré de explicarme mejor.
Prometeo, de modo claro y ameno para el lector, descubre un sinfín de claves muy útiles para el escritor novel a las que, casi siempre, la mayoría de nosotros nunca tenemos acceso. Resulta en ocasiones descorazonador, es cierto, el saber que buena parte de los concursos literarios en los que volcamos nuestras ilusiones, como casi único modo de introducirnos en este mundo de las letras, están manipulados y concedidos de antemano; resulta sorprendente el enterarse de que buena parte de los escritores que conocemos y admiramos no obtienen los cuantiosos beneficios que nosotros, ingenuos redomados, les atribuimos, y resulta desmoralizador el comprobar que no siempre la calidad es lo que cuenta -aunque esto último nos pueda abrir las puertas a alguno. Es el blog, en suma, un compendio de los muchos pesares que acompañan al escritor en su lucha diaria, y conforma un acertado augurio de las muchas penalidades que nos esperan a los noveles. Sin embargo, y concediendo que esto ya todo el mundo lo sospechaba, el oculto Prometeo, y los múltiples visitantes que contribuyen a hacer de "Miserias literarias" una bitácora especialmente útil y reveladora, hace especial hincapié en que seamos obstinadamente testarudos en nuestros anhelos y nuestra vocación, sin dejarnos arrastrar por la dificultad y los obstáculos que nos encontremos en el camino, por muy numerosos que éstos sean. Abre de este modo una puerta a la esperanza, arroja algo de luz sobre esta senda abrupta y compleja, y contribuye a que nos liberemos de ansias perniciosas que pudieran llevarnos a querer llegar demasiado deprisa. Aconseja, en fin, al igual que el siempre afable y generoso Miguel Baquero en uno de los comentarios que ha incluido en "el Novelista novel", que sigamos escribiendo, que tratemos de hacerlo cada vez mejor, con todas nuestras fuerzas, sin pensar en lo que de ello podamos obtener, sin plantearse objetivos ulteriores, haciéndolo tan sólo, y eso es lo bueno, por el enorme placer que con ello logramos. Concedámosle entonces a ambos, sin ninguna duda, que no hay consejo más sabio.
La conclusión más juiciosa que se puede extraer de la lectura de "Miserias literarias" es que publicar es, para todos nosotros, un sueño muy deseado, un gran anhelo, pero es algo que nunca debe apartarnos de la verdadera vocación. Muy largo es el camino que hay que recorrer para llegar a las editoriales, y siempre está preñado de mil trabas que sortear. Unos lo consiguen, otros no;no nos agobiemos, por tanto, por ello. Si llega, alabado sea Dios; si no llega, nos queda el disfrute logrado. Y eso, estaréis de acuerdo conmigo, es mucho.
Yo ansío publicar, es cierto, pero me entusiasma escribir. Desde que comencé con ello, hace casi un año, la satisfación que me produce es cada vez mayor, cada vez más intensa, y por eso continúo. Ya he dejado atrás las ínfulas de best seller, los anhelos de fama y reconocimiento, y ya tan sólo me refugio en el gozo obtenido. Procuro mejorar, escribir cada vez más, cada vez mejor, y creo que ése es el camino adecuado. No dejo atrás el gran sueño de ver algún día una obra mía publicada, lo reconozco, pero ya no me dejo cegar por ello. Ahora, y eso es lo más bonito, tan sólo disfruto.