martes, 17 de febrero de 2009

Primera plana

Quizás los hados benéficos se olviden de mí cuando envíe mis manuscritos a editoriales, agentes literarios, revistas o concursos literarios. Quizás no tenga el talento necesario para escribir algo que llegue al público, algo que merezca ser publicado o recordado, o algo que sirva de vía de escape a los que, como yo, nos refugiamos en la literatura. Quizás nunca consiga publicar nada de lo que haya escrito o vaya a escribir en un futuro, quizás nunca vea mi nombre en tapa dura, pero nunca nada me va a privar de escribir.
Disfruto mucho con la literatura, siempre lo he hecho, aunque siempre haya sido como lector. Resulta fascinante pasar las páginas de una novela y volcarse en una historia, a veces creíble, a veces impensable, hasta el punto de no pensar ya en nada más, de no reparar en lo que te rodea y de olvidarte de todo. Uno se sumerge en la historia ( en las que son buenas, en las que te atrapan desde la primera página, en las que te sujetan por las solapas y te inclinan sobre el papel) y se imagina cómo son los personajes, cómo son los decorados, cómo los sentimientos. Quizás nada tenga que ver con lo que el autor ideó, con lo que propuso y lo que creó, pero esas imágenes que uno recrea durante la lectura son de uno, son las que uno mismo ha imaginado, y por eso son buenas. Porque son mías, porque son tuyas, porque son vuestras. Por eso me encanta escribir.
Hace unos cinco meses comencé a escribir. No fue intencionado ni planeado, no había pensado en ello en ningún momento, pero un buen día comencé. Fue, más bien, una pulsión, algo que se coló de manera furtiva en mis sueños y me incitó a encender el ordenador. Imaginé una escena (un robo en una Abadía), pensé que no podría escribirlo, que no sería capaz, pero me puse a ello y,al final, lo conseguí. Una vez acabada la leí. Una vez y otra, buscando defectos (tenía muchísimos, supongo que siempre pasa lo mismo), analizando las virtudes´, intentando captar algo que me incitase a no rendirme ante la evidencia de mi escaso talento, algo que me empujase a seguir escribiendo. La leí un montón de veces y era horrible, pero me encantó. Aquel día disfruté de la literatura como nunca lo había hecho, como nunca imaginé que podría hacerlo, y decidí seguir escribiendo. Quizás no tenga talento, quizás no sepa escribir, pero me encanta y lo seguiré haciendo mientras viva, mientras tenga cosas que contar o mi cerebro imagine historias, en ocasiones descabelladas, que me gusten o me atrapen. Quizás nunca nadie disfrute con mis novelas, quizás muchos piensen que no son más que basura vertida sobre el microsoft word, quizás me digan que soy un zote, un ingenuo y un melón, pero yo sí disfrutaré. Y lo haré porque me llena, porque, en lo que yo escribo, los personajes, los decorados y los sentimientos, sí son realmente míos. Porque siempre lo serán, y porque nunca perderé la esperanza de que, algún día, alguien, volcado en la historia que yo he planeado, se imagine los suyos propios.
Cinco meses después de aquel maravillosos sueño furtivo, semioculto en alguna carpeta de mi ordenador, descansa una novela de unas trescientas páginas que me ha hecho la vida mejor. Una novela en la que he volcado todas mis ilusiones, con la que he pasado momentos maravillosos, con la que lo he pasado "teta". Quizás nunca llegue a nada, pero a mí me ha valido la pena. Hoy me siento mejor, y por eso escribo. Porque me gusta y porque, aunque no lo haga bien, me compensa. Por eso invito a que lo haga todo el mundo, por eso os invito a que participéis en este blog. Porque, quizás, vosotros sintáis lo mismo que yo. Porque, en ocasiones, es bueno hablar y contar historias. Por eso os pido que os animéis, que participéis, porque, qué coño, me encantaría que lo hicieseis.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé si algún día tendrás éxito como escritor, ni si conseguirás publicar tus obras o si, como dices, verás tu nombre impreso en tapa dura. Nadie puede saberlo. Pero sí estoy seguro de una cosa, y es que si continúas escribiendo como lo haces en la primera plana de tu blog, con la pasión y la ilusión que viertes en cada palabra, con esa devoción por contar historias que sientes y haces sentir, esos hados benéficos se rendirán ante tu talento, como yo lo ha hecho, y te suplicarán que lo sigas haciendo. Y estoy seguro de que todos los que te lean (y Dios quiera que sean miles) se convertirán en los más fieles lectores. Ya has conseguido el primero.
Mil gracias por todo lo que haces. ¡Ánimo, buena fortuna y mi mayor admiración!

Ramón.

Anónimo dijo...

No pierdas nunca ese espíritu, G. Porque eso que cuentas, eso que desgranas en esta entrada de tu blog, fue lo mismo que nos llevó a muchos a juntar palabras, una tras otra, hasta sacar a la luz y poner negro sobre blanco todo aquello que llevabamos dentro. Y como tú mismo habrás podido comprobar, la experiencia es inenarrable.

Mis mejores deseos.

Un abrazo,
Pedro de Paz

Anónimo dijo...

Muchas gracias, Ramón. Tus palabras son preciosas. No te imaginas lo importante que es para mí el conocer tu opinión sobre "Primera Plana". Deseos como esos me obligan a hinchar el pecho, bajar la cabeza y correr hasta el ordenador.

Pedro, muchísimas gracias. Me he llevado una sorpresa enorme al ver tu comentario y, desde luego, me llena de ilusión y orgullo.

Hace escasos meses que conozco tu trayectoria pero, tras la lectura de "El Documento Saldaña", llena de momentos intensos e inquietantes, me he convertido en un ferviente admirador. Ya reposa sobre la mesita de noche "El hombre que mató a Durruti"-esta noche empiezo a leerlo- y, a buen seguro, me va a encantar. Ya te contaré en tu blog -fantástico, por cierto- del que pienso convertirme en habitual.

Un abrazo y, lo repito,muchas gracias.