domingo, 19 de diciembre de 2010

"El hombre que mató a Durruti", de Pedro de Paz


He de reconocer que no me gusta escribir reseñas. Lo cierto es que no tengo ni el talento suficiente ni la paciencia necesaria, y desvelar o analizar las artimañas y tejemanejes que el autor ha empleado se me antoja, siempre, tarea harto difícil. Para abundar en mi rechazo, mi excesiva tendencia a la prosa engolada contribuye a que mis análisis terminen por convertirse en bodrios escasamente clarificadores y sumamente pedantes, así que prefiero no prodigarme en tales ejercicios y dedicar mis pobres dones literarios a otros menesteres. Pese a lo anterior, “El hombre que mató a Durruti”, del escritor madrileño Pedro de Paz, bien merece que renuncie a mis reservas y que acometa ese esfuerzo titánico que, para mí, supone el perpetrar una crítica. Quiera Dios, desde luego, porque la novela se lo merece, que la labor salga bien y no derive en una patada inmerecida hacia ella.
Comencemos pues, aunque no sepa muy bien cómo y el resultado sea caótico.
Antes, sin embargo, he de aclarar una cosa.
Sucede que nunca sé por dónde empezar. Acostumbro a marear la perdiz, a dar vueltas sin cesar, de un lado a otro, como lo haría un bicho mareado o sin cabeza; a pergeñar elucubraciones con pretensión de brillantez, que al instante son desechadas por estúpidas, y generar otras no menos absurdas o estultas. Y así hasta el cansancio, hasta que me aburro y, finalmente, convencido ya de mi inutilidad, abandono la empresa, cariacontecido y maltrecho. Hoy, sin embargo, haré algo distinto; porque quiero, porque me peta y porque no se me ocurre mejor modo de hacerlo. Así que, hala, a glosar la imagen que me he formado del autor.
Si bien es cierto que mi relación con Pedro de Paz se limita a esos comentarios que ambos intercambiamos en blogs, facebooks y zarandajas por el estilo, no lo es menos que esta suerte de comunicación tecnificada termina por crear extraños vínculos, alejados que no distantes, con los que se consigue afianzar unos lazos fuertes y afectuosos, y por ello, sin más ni más, así, a las claras, puedo decir que Pedro de Paz me cae simpático.
No sé. Quizás sea por esa exacerbada intransigencia suya a la impostura y la petulancia; quizás, por ese descarnado sentido del humor que parece poseer, socarrón y mal encarado, o, quizás, por ese carácter peleón y embravecido que me ha parecido entrever en sus intervenciones blogueras, que le empuja —creo yo—, a soslayar tibiezas y cortapisas y escarnecer, en prosa, a aquellos que maltratan o contravienen lo que él considera justo o por lo que se siente especialmente concernido; esa forma de ser tan española, tan corajuda como olvidada, que incita a defender lo ajeno a costa de lo propio, aunque ello suponga un escarmiento, un mal “direte” o un guantazo.
Y es ese carácter suyo —o al menos así he creído verlo—, lo que Pedro ha volcado en su obra “El hombre que mató a Durruti”, galardonada con el premio José Saramago allá por el año 2003, y que ahora, para fortuna de sus lectores, la editorial Aladena ha tenido a bien reeditar.
En su novela, Pedro de Paz desgrana las investigaciones encaminadas a descubrir qué y quiénes se ocultan tras la muerte de Buenaventura Durruti, dirigente anarcosindicalista y miembro de las milicias republicanas fallecido en Madrid, en noviembre de 1936, durante una pretendida refriega en el frente de la ciudad universitaria de Madrid. Para tan magna tarea se designará al comandante Fernández Durán y al teniente Alcázar, quienes, como el mismo Pedro de Paz confiesa, no son más que meros trasuntos de los famosos protagonistas de las novelas de Conan Doyle, del que se confiesa ferviente admirador. Así, el honesto y entregado Fernández Durán, comandante del ejército republicano y antiguo policía, asumirá el papel de Sherlock Holmes, mientras que Alcázar, un avispado teniente con aureola de conseguidor, representará el de Watson.
En la obra, por medio de interrogatorios y las subsiguientes reflexiones sobre éstos, Pedro de Paz esboza las circunstancias que concurrieron durante la muerte de Durruti, los testimonios ofrecidos, las contradicciones detectadas y las inevitables hipótesis y suposiciones que surgen como consecuencia de lo anterior. Y todo ello lo hace con un admirable ritmo narrativo, sin alharacas ni estridencias, y con un lenguaje certero y atinado que consigue que el lector se aferre a la novela y no se desprenda de ella hasta haberla devorado.
La habilidad del autor es incuestionable. Todo lo importante está oculto, en un segundo plano que se entrevera de mentiras y conspiraciones, y ello permite que sea el lector quien idee nuevas teorías que hacen el caso aún más descabellado e inasible. Todos mienten, todos dicen la verdad, y al lector, que se cabrea y ofende, no le queda más remedio que volcarse cada vez más en la lectura.
Pedro no cae, además, en la tentación historicista y manipuladora, sino que presenta todas las bazas necesarias y las emplea en beneficio de la trama, sin centrarse en simpatías y reivindicaciones o hacer gala de lealtades partidistas. Ha reconocido, sin embargo, en varios medios, su admiración por Durruti y la coherencia que éste demostró durante toda su vida, pero no se empeña es mostrárnoslo como lo que no es, elevándolo a categoría de mito o parapetándolo tras falsas excusas, sino que también muestra sus bajezas y miserias, ciertamente abundantes en el personaje.
“El hombre que mató a Durruti” es, en suma, una novela admirable, rebosante de recursos y lecciones estilísticas, que ha conseguido reconciliarme con un género, el de la novela negra, del que hacía ya tiempo que había huido. Vaya por tanto, desde aquí, mi más sincero agradecimiento y más sentido homenaje.
Gracias, Pedro, por “El hombre que mató a Durruti”.



Para información sobre el autor, pulsad aquí.

6 comentarios:

Pedro de Paz dijo...

Generosas, generosísimas palabras, amigo Gervasio. Y no sé si del todo merecidas. Muy certera la disección de mi carácter que has logrado deducir a través de nuestros alejados (que no distantes) contactos.

Un fuerte abrazo,
Pedro de Paz

Armando Rodera dijo...

Pues para no querer hacer reseñas, Gervasio, creo que te ha quedado redonda. Magnífica novela, al igual que la semblanza que has hecho del autor y de su obra.

Mis felicitaciones de nuevo a Pedro por su novela y por el resto de su exitosa carrera literaria. Y por supuesto a ti, Gervasio, por compartir tus certeras impresiones con nosotros.

Un abrazo.

Miguel Baquero dijo...

Magnífico libro, voto a bríos

Gervasio López dijo...

El libro las merece, Pedro. Me alegra haber atinado en la disección.
Un abrazo y mucha suerte con tu novela.

Gervasio López dijo...

Muchas gracias, Armando. La novela de Pedro bien merece un esfuerzo.
Un abrazo.

Gervasio López dijo...

Ves, Miguel. Tú lo has resumido en cinco palabras, y lo has hecho con más gracia que yo con todo el peñazo que he soltao. Si cuando digo que eres un maestro.
Un abrazo.