domingo, 16 de agosto de 2009

Un trago, una historia (1ª parte)

No temáis, no es una historia de terror o, al menos, no pretende serlo.
UN TRAGO, UNA HISTORIA

Han pasado ya muchos años, pero aún hoy, cuando su rostro se me dibuja desvaído y confuso, y su silueta encorvada no es más que una triste sombra de telas desmadejadas, sus palabras siguen llegando a mis oídos de forma clara y vívida, animadas por aquella voz ronca y aguardentosa que empujaba los sonidos con pesar, como si temiesen abandonar su cobijo más preciado para acabar recluidos en un paraje inhóspito y desapacible. Desconozco cuales son los motivos que me han llevado a anclar su recuerdo en mi memoria, cuáles los que me impulsan a relatar esto ahora, pero desde luego él sigue ahí, con su voz retumbando en mi interior, como un insistente soniquete que me advierte de la importancia de no olvidar, o de lo triste que resulta el hacerlo.

Recuerdo haber llegado a una taberna sucia, casi ponzoñosa, repleta de hombres sin futuro y con demasiado pasado a sus espaldas que no cesaban de beber. A solas con sus historias, abotargados por la desidia y el alcohol, rumiaban sus desdichas sin desprenderse del dolor que ellas les causaban. Recuerdo haber sentido cierta angustia o desazón al entrar, cierta pena por la desolación que las miradas de los que allí había me mostraban, y recuerdo haber visto a aquel hombre en una esquina del bar, arrebujado en su gabán, con un vaso de vino ante él. El humo de su cigarro jugueteaba con las guedejas de su barba, ascendía en volutas hasta su cabello y se desvanecía como por ensalmo, al igual que sus recuerdos inmediatos, sumido como estaba en los pasados.

Sus manos, ásperas y gruesas, acariciaban toscamente el vaso de vino, dibujando a su paso bastas siluetas sobre la superficie mojada. Casi de modo inconsciente, su mirada se clavaba en ellas, lánguida y perdida, como si en el húmedo cristal pudiese hallar la solución a sus pesares.

No sabría explicar por qué, pero me acerqué a él. Su aspecto no se diferenciaba mucho del de sus compañeros de taberna, pero algo me impulsó a aproximarme. Mis pasos eran lentos, podríamos decir que vacilantes, temerosos de arrancar al viejo de su ensimismamiento. Cuando llegué a la mesa alzó la cabeza, me miró unos segundos de forma desmayada, como si mirase al vacío, y volvió a clavar su vista en el vaso. Sus ojos me sorprendieron. Se veían enturbiados, pero no por el alcohol. Su mirada imprecisa estaba inundada por la tristeza, por el dolor, por un dolor que se enquista y engangrena, y que se muestra ajeno a cualquier remedio o lenitivo. Eran ojos embargados por una honda pena, eternamente acuosos y cubiertos por un humor denso y grisáceo que sus lacrimales se veían incapaces de aliviar.

Pese a su escaso interés, decidí sentarme frente a él; quizás fue por pena, quizás por curiosidad, no sé, pero el caso es que me senté. Le hice una seña al camarero, un hombre flaco y muy feo que miró con desagrado a mi nuevo amigo. Éste, ajeno al desaire, permanecía absorto en sus ensoñaciones. Nada de cuanto había allí le importaba, ninguna compañía resultaba grata, y ningún desdén suponía una ofensa. Ni aun cuando le sirvieron el vino al que yo invitaba mostró cambio alguno en su rostro.

Al rato, cuando yo ya había perdido la esperanza de entablar conversación y una intensa sensación de ridículo recorría mis tripas, levantó la cabeza, mostró algo similar a una sonrisa, frunciendo los labios con timidez y escasa soltura, y comenzó a hablar.

-Gracias –dijo, sin atreverse a mirar de frente.
-No hay de qué- contesté yo con una sonrisa estúpida. –Disfrútelo.

Agarró el vaso con fuerza, cerrando sus dedos en torno a él, y le dio un pequeño sorbo. Después se llevó la manga del abrigo hasta la boca, en un gesto descuidado y sobrevenido, y se limpió algunas gotas rojizas que aún salpicaban su bigote.

-Debo contarle una historia –susurró, sin dejar de mirar el vino.
-¿Qué?- pregunte yo, que apenas había escuchado nada.
-Debo contarle una historia- repitió. –Así debe ser. Un trago, una historia.
-Bueno. Es buen cambio –concedí.
-Así me gano la vida, ¿sabe? Cuento historias, y la gente me paga por ello. Usted me ha invitado; debo responder- Me miraba con una aire infantil, como esperando hallar en mí alguna muestra de sorpresa

-Es una historia triste, bastante fea, y seguramente no sea cierta, no sé, pero es una historia.
-Bien. Comience entonces.- propuse divertido.
-De acuerdo. Comenzaré. – Se llevó el vaso a los labios, se limpió como había hecho antes y comenzó a hablar.

10 comentarios:

Cristina Puig dijo...

Me gusta como has dibujado la escena, puedo imaginar la taberna y a esos hombres. El personaje del contador de historias está muy bien definido, cuando hablas de sus ojos... A la espera de ver que cuenta:) me encantó.

Cris

g.l.r. dijo...

Se trata de una historia distinta de las que acostumbro a mostrar aquí. A ver qué os parece al final.
Un beso, Cristina, y muchas gracias por tu visita.

Susana Torres dijo...

Un comienzo rotundo que enseguida atrapa la atención del lector, aunque, precisamente, creo que la primera frase es la única que no me ha llenado del todo: se me ha echo un poco larga y la combinación de "adj. y adj." se repite hasta cuatro veces.

Haces una buena presentación de personajes, y la descripción está llena de jugosos matices que enriquecen la escena.
El contador de historias me ha parecido un hombre inquietante, y estoy deseando conocer la historia que va a contar.
¡Es que has cortado justo cuando se estaba poniendo tan interesante...!

Enhorabuena por este prometedor comienzo.

g.l.r. dijo...

Caramba Susana, muchas gracias por tu comentario. Resulta enriquecedor encontrar lectores como tú. Me ha encantado tu aportación, y espero que andes por aquí.
Un abrazo.

JUAN PAN GARCÍA dijo...

¡Justo cuando más interesante estaba lo dejas!
¡Castigado quedas cinco días sin ver televisión!
El doble uso de adjetivos en las descripciones abunda en la obra de García Márquez, es más: lo recomendaba en un libro que leí suyo, cuyo título no recuerdo ahora exactamente. Era, algo así "Cómo escribir un relato".
Tienes un estilo envidiable, y sabes atrapar al lector desde la primera línea, ¿qué más se puede pedir si no es el aprovechar tus cualidades e intentar escribir uan novela y publicarla?
Espero no tardes en poner el siguiente fragmento.
Un abrazo.

g.l.r. dijo...

¡Cinco días!Buff, qué duro. No sé si podré aguantar, pero bueno, me armaré de valor.
Muchas gracias por tu amabilidad. Lo cierto es que he escrito una novela, envié un par de escenas a la Agencia Kerrigan y me pidieron que se la enviase completa. Desde entonces, nada sé. Ahora estoy escribiendo otra, más extensa y confío que mejor. La que envié fue lo primero que escribí, hace más o menos un año, y la verdad es que no era buena. No me extraña no haber recibido más noticias. Confío que la segunda tenga mayor suerte.
Un fuerte abrazo de un ferviente seguidor.

Liliana G. dijo...

Me has dejado gratamente sorprendida, pues al entrar al blog decís que recién comenzás a escribir y realmente lo que he leído es de muy buena madera para un comienzo.
Creo que la idea de dar a conocer tus escritos tiene un muy buen sustento.
¡Enhorabuena!

Un fuerte abrazo.

g.l.r. dijo...

Agradecido quedo por tu impresiones, Liliana. En esto ando, en aprender cuanto pueda y lograr calidad en mis escritos.Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Un abrazo.

Blanca Miosi dijo...

Buen comienzo, y buenas imágenes, las descripciones son elocuentes, espero que tengas suerte con tus novelas, y que de la agencia te den buenas noticias, creo que se tardan un poco, ten paciencia.

Besos,
Blanca

g.l.r. dijo...

Muchas gracias, Blanca, por tus halagos y tus ánimos. La verdad es que no tengo grandes esperanzas depositadas en la primera novela. He de reconocer que no era buena -quizás muy mala-, y no confío en obtener una respuesta favorable. La segunda creo que va más o menos bien. Creo que he mejorado bastante y, aunque me queda todo por aprender, el resultado está siendo mejor. En cuanto la termine la enviaré a alguna agencia, a ver qué tal.
Un beso fuerte.