viernes, 20 de marzo de 2009

El crimen

Y ahora, porque pocas cosas hay que me gusten más, la segunda parte de “La espera…”.

Un abrazo.

El crimen

Hacía ya mucho tiempo que esperaba, y el maldito Juez seguía sin aparecer. -¿Dónde estaba?- se preguntó con impaciencia. Musitó una blasfemia entre dientes y escupió al suelo. Quizás la espera fuese larga, así que debía tranquilizarse. Fijó la vista en el verde pulido del garaje, de forma inconsciente, casi sin ver nada, y dejó que brotaran los recuerdos. Unos recuerdos tristes y amargos.

A pesar de los muchos años que habían pasado, aún recordaba con toda claridad su primer asesinato, cuando todavía era un joven sin otra posesión que su futuro. Y un rostro. Aún recordaba el rostro de su víctima. Aquella expresión desencajada y exangüe que le acompañaría el resto de su vida. Como tantas otras expresiones de tantas otras víctimas.

Lo de aquel chico no había sido premeditado, no se trataba de un encargo profesional, ni tan siquiera había sido intencionado. Simplemente ocurrió. Y cambió su vida para siempre.

Aquel chico era muy joven. Demasiado, quizás. Tan joven que murió por serlo, por mezclar juventud, atrevimiento, malas compañías y güisqui barato.

La pelea había surgido en un bar. En uno de esos bares de barrio con taburetes cojos, botellines de ginebra y futbolín abandonado. En uno de esos bares llenos de historias tristes y viejos sin familia.

Fue por una mujer, como siempre. Una mujer que se sentía guapa y coqueta, y que quiso forzar la cuerda de los celos. Una mirada sensual y descarada de una chica descarada, una mirada de rabia de su joven novio, un empujón inconsciente y una pelea que se dirimió en la calle, rodeados de noche, alcohol, gritos incontrolados y una cuchillada certera. Con una bastó. Una que se incrustó en las tripas y segó una vida. Una cuchillada que truncó dos. Después vinieron los llantos de la chica y los lamentos de sus amigos. Luego vino una condena que duró siete años.

Siete años. Aquel encierro le cambió. Fueron siete años para pensar, siete años de odio y resentimiento, siete años de aprendizaje que lo convirtieron en un experto criminal, fruto típico de un sistema penitenciario enfermo y corrupto.

Su vida había cambiado mucho desde entonces, igual que su alma, y pensaba en ello con frecuencia, dejándose llevar por el anhelo de una vida que no regresaría jamás, por la nostalgia de una vida que pudo haber sido y no fue.

El ruido de una puerta al abrirse lo arrancó de sus pensamientos. La cara de aquel chico celoso desapareció del mismo modo que había surgido, y toda su atención se centró en el hombre que avanzaba hacia él. Había llegado el momento de actuar, y no iba a permitir ningún fallo.

Un hombre de unos sesenta años apareció en el garaje, y el asesino lo reconoció de inmediato. Sin el más mínimo rubor, sintió una punzada de alegría en el estómago. Después de todo, quizás llegase a tiempo al club. El hombre se dirigió hacia un BMW de color gris, algo anticuado ya, y sacó un pequeño llavero del bolsillo. Su aspecto era el de uno de esos catedráticos bonachones tan queridos por sus alumnos: traje de tweed, mirada limpia, perilla recortada y cabello cano. Caminaba sin escolta, y se le veía tranquilo. Mateo se felicitó por ello. Habría sido un fastidio tener que lidiar con un profesional.

El asesino salió de su escondite y siguió a su víctima. Miró a su alrededor, comprobó que no había nadie y desenfundó el revolver. Era la hora de su cita con el crimen.

El Juez ya estaba muy cerca del coche, y el asesino apuró el paso. Quería situarse tras él, encañonarlo y disparar. Rápido, limpio e indoloro. Después de eso, a otra cosa.

Se acercó a él en silencio, se pegó a su espalda y levantó el arma. Un disparo y la cabeza de aquel Juez volaría en mil pedazos. Empujó con suavidad el gatillo, el percutor se desplazó con timidez…y

Un reflejo inoportuno lo delató. La imagen de Mateo en los cristales del coche, como un espectro funesto que acude a cobrarse un alma, mostró al Juez el momento de su muerte. El viejo se paralizó, un escalofrío mordió con saña su espalda y un vacío se alojó en sus tripas, como un frío que recorría su estómago separando sus entrañas. Sin saber muy bien cómo, casi inmóvil por el terror, el Juez se dio la vuelta y se enfrentó con su asesino.

Sus ojos, claros y limpios, se clavaron en el revolver. Su mirada se sumió en una negrura insondable y vacía, en un cañón negro y profundo que lo llevaba al abismo más aterrador. Tras el revolver, unos ojos oscuros, inexpresivos, como esos tiburones que uno cree ciegos, insondables como el cañón.

-¿Por qué?- acertó a preguntar el viejo Juez.
-Nada personal.- dijo Mateo con una voz neutra, desprovista de sentimientos. –Sólo trabajo.

Un fogonazo, un brillo intenso, un ruido ensordecedor que hizo retemblar las paredes. La cabeza del Juez fue empujada con violencia hacia atrás, como un muñeco desmadejado. Una vaharada de humo azul dibujó unas curiosas volutas rizadas y nubló la vista de Mateo. Cuando se hubo disipado, el viejo yacía en el suelo, con los brazos ligeramente extendidos. Un orificio, negro y sanguíneo como el infierno, adornaba su frente. Un líquido denso y rojizo teñía su rostro y sus cabellos.

Mateo lo miró durante unos segundos, guardó su revolver y se dirigió a la salida del garaje.

A partir de ese momento, un rostro más acudiría a la cita con los remordimientos. Uno más que brotaría de su mente, mostrando una expresión desencajada y exangüe.

7 comentarios:

Carlos Frontera dijo...

Te "debía" una visita. Disculpa por la demora, al fin saqué algo de tiempo.

Coincido con lo que te comentan en la primera parte del cuento. El relato está bien escrito, utilizas con soltura el lenguaje, de eso no cabe duda, pero creo que le falta contundencia para ser un cuento, no sé bien cómo explicarlo. El ritmo, la historia, resultan más acordes con una historia larga que con un cuento (en mi modesta opinión, que no soy ningún entendido). Leo que esto forma parte de un proyecto más amplio, en el que narrarás las aventuras y desventuras de un asesino a sueldo. Desde este punto de vista, nada que objetar.

Volveré por aquí con asiduidad, para seguir las peripecias de este matón con remordimientos.
Saludos.

Anónimo dijo...

A mí me ha encantado el relato en su conjunto. La forma de contarlo, el dominio del ritmo, la precisión en las descripciones, hacen que te metas en la historia desde el principio. Y me encantaría que fuese una novela larga, porque estoy deseando leer una que me atrape tanto como este relato, sea lo que sea.
Continúa escribiendo y haciéndolo así, que yo continuaré leyéndote con entusiasmo.

Un abrazo.

Ramón

Miguel Baquero dijo...

Me imprimí las dos partes porque en la pantalla se me hace difícil de leer algo tan largo. Una vez leído, tengo que darte mi enhorabuena. Me ha gustado mucho, es una magnífica descripción de ambientes, sensaciones, caracteres... Es posible que no tenga la entidad de un cuento, y parezca pedir mas bien ir incluido en una novela, pero desde luego son cuatro páginas de lo mejorcito. Enhorabuena.

Solamente, y si me lo permites, te afearía una cosa (dices que es un ejercicio e imagino que aceptarás opiniones): En la primera parte, una expresión hecha. "a todas luces". Creo que es completamente innecesaria y en un relato cuantas menos frases hechas utilices yo creo que es mejor. Pero por lo demás, chapó.

g.l.r. dijo...

Bienvenido "viajero". Me ha alegrado que te hayas pasado por aquí y que te haya gustado el relato. Espero que te pases por aquí siempre que quieras y así poder leer tus comentarios. Eso me permitirá aprender de un fantástico cuentista. Ya nos veremos por tu espléndido blog. Espero impaciente tu próximo relato.

Un saludo.

g.l.r. dijo...

Muchas gracias por tus halagos, Ramón. Es fantástico escuchar algo así, te lo aseguro.

Me gustaría convertir esta historia en una novela, como tú dices, pero ahora estoy enfrascado con otra que me tiene atrapado por entero. Quizás cuando la acabe.

¡Son tantas las historias que surgen, y tan escaso el tiempo y el talento! En fin...

Un abrazo.

g.l.r. dijo...

¡Qué alegría, Miguel! Créeme, me has alegrado el día con tus palabras. Leer eso de alguien como tú, al que sigo y admiro, me llena de orgullo y me anima a hincar los codos para volcarme con la escritura.

Tendré muy en cuenta tus consejos, no lo dudes. Los seguiré y los agradezco, como no podría ser de otro modo. Estoy seguro de que con ellos mejoraré muchísimo.

"Chapó" siempre para ti y para tus escritos.

Un abrazo.

g.l.r. dijo...

Por cierto, a los tres, un abrazo muy fuerte y mi mayor agradecimiento.

Vuestros halagos y, por encima de todo, vuestros consejos, me llenan de orgullo y esperanza.

A los tres - y a Pedro de Paz, que también suele rondar por aquí- muchísimas gracias. Ningús novel podría soñar con tanto.

Ésta es vuestra casa. Haced uso de ella, cuando os plazca y cómo os plazca.

Un abrazo muy fuerte.