viernes, 6 de marzo de 2009

De libros y Autores

Hace ya mucho tiempo que comencé a leer, aún lo recuerdo, pero hace ya mucho tiempo. Fue un proceso gradual, natural, llevado por mi afición a los cuentos y, sobre todo, a los tebeos. Recuerdo tres volúmenes, de Andersen, Grinn y Perrault, en los que me refugiaba siendo un niño y con los que me dejaba llevar a paisajes maravillosos, a mundos extraños plagados de duendes, princesas y magos que llenaban mis tardes y mis sueños. Esos tres autores me acompañaron durante mucho tiempo y, juntos, lograron que la literatura, aun sin pretenderlo, me enganchase para siempre. Tras ellos vinieron otros, quizás peores, no lo sé, pero que también pusieron su granito de arena en la creación de mi afición, y con ellos disfruté como nunca. A decir verdad, lo confieso, hace poco he leido algo de ellos. Me refiero a "Los Cinco" y a "Los Hollister". Tenía todos sus libros, -aún los guardo- y todos ellos hicieron que mi imaginación volase en busca de tesoros ocultos y malvados delincuentes. No hay lector, adulto en la actualidad, que no los haya leído.
Pasaron los años, crecí y seguí leyendo. Y vinieron los grandes. Me volqué en las grandes obras de la historia, tan denostadas hoy por muchos, y que a mí me siguen pareciendo maravillosas. Leí "La isla del tesoro", "Los tres mosqueteros", "El Conde de Montecristo", las de Julio Verne, y muchas más, y todas me fascinaron -aún lo hacen-. Aquello sí que era bueno: piratas, espadachines, personajes maquiavélicos, y preciosas mujeres. Los héroes eran fantásticos, valientes," echaos p'alante", generosos y honestos. Y los malos eran malos. Piratas con patas de palo y loros en el hombro, Cardenales pérfidos y malvados, espadachines violentos y valientes, con la mochila llena de venganzas y asesinatos sin pagar, y las caras surcadas por cicatrices claras, perillas afiladas y patillas espesas. Nada hubo mejor y, a buen seguro, es difícil que lo vuelva a haber.
Seguí creciendo, leí otros libros, pero estos, estos que me llenaron la cabeza de aventuras y desventuras, nunca me han abandonado y, espero que sea así, nunca lo harán.
Sigo leyendo, crezco al mismo tiempo, y paso a otras grandes obras. Recuerdo un libro que compré, unas doscientes pesetas del ala en quiosco -tapa blanda-, y que no me gustó. Más tarde sí, con el paso de los años, pero, en aquel momento, no me gustó. Se trataba de "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez, y me decepcionó. Leí muchas de sus obras, todas las que pude encontrar, más bien por obligación que por devoción, pero nunca consiguió atraparme. Aún hoy no lo hace, aunque lo reconozco y lo valoro pero, he de admitirlo, no me atrae. Quizás sea un ignorante, un atrevido, o un bobo, pero no me atrae, no me emociona, y nunca lo hará. Dame un libro de Stephen King -alguno que otro-, de Le Carre o de Forsyth, y disfrutaré como un enano. Dame un libro de Agata Christie, de Conan Doyle o de Dashiel Hammet y seré feliz, muy feliz pero, lo repito, Márquez no me emociona. Y Vargas Llosa tampoco. Son excelentes escritores, todos ellos, y todos ellos son geniales en lo suyo, pero yo me divierto más con las historias de los anglosajones. Quizás sea un burro, quizás a muchos les parezca casi una herejía y piensen que no tengo ni puta idea de lo que es bueno o es malo, pero yo así lo siento. Para mí -imagino que para todo el mundo-, la literatura, las novelas, son ocio, fundamentalmente. Han sido escritas para entretener, para que la gente se divierta y disfrute con ellas, y no para crear grandes escritos trascendentales que nos imbuyan un sentido moral y estético que nos eleve hasta los cielos. Eso son chorradas, bobadas y gilipolleces, y los autores que buscan iluminarnos con sus escritos me la traen bastante "al pairo". No me interesan y no pienso perder el tiempo con ellos. Hay muchísimas novelas que leer, muchísimas de las que disfrutar, como para sacrificarte por algo que no te importa. Demasiado que leer y uy poco tiempo para hacerlo. Ni un minuto de miv
vida pasaré con ellas. No señor. No lo merecen.
He disfrutado mucho con Thommas Mann -"La montaña mágica" me parece una maravilla-, con Dostoievski, con Stendhal o con, aunque el grupo sea en exceso heterogéneo, Pedro Antonio de Alarcón. Me fascina "La conjura de los necios", me maravilla "Las máscaras del héroe" y me intriga "La carretera", de Cormac Mc Carthy. Ansío recuperar "Rojo y negro", "La cartuja de Parma" o a Valle Inclán. Anhelo retomar a Walter Scott, a Hoffmann o a Le Fanu y he temblado con Poe, con Bierce o con Maupassant. Relatos breves como los suyos, y como los de Stendhal -que no se me olvide-, son casi imposibles de superar. Con ellos me afano en la lectura, me sumo en sus hojas y me asombro de sus genios. En pocas ocasiones, que yo conozca, se han alcanzado cotas tan altas. Con toda seguridad, si la justicia existe, Dios guardará sus obras para siempre. Son irrepetibles, inaccesibles para la mayoría, y se lo han ganado. Todos, sin duda, pero para mí, y repito, para mí, hay alguien mejor.
No sé si acierto, no sé si es cierto pero, si hay alguien que me guste, si hay alguien que me asombre y al que admire, ése es P.G. Wodehouse. Sus mayordomos, como el genial, e inimitable, Jeeves, sus señoritos, juerguistas, traviesos y remilgados, o sus nobles, con sus doncellas y criados, son irrepetibles y absolutamente desternillantes. Te ríes con ellos, disfrutas con ellos, y son increibles. Pero te los crees. Wodehouse es único y, para mí, siempre lo será. Nunca se ha visto ironía tan fina, ni humor tan mordaz. Wodehouse es, para todos los que lo admiramos, por derecho propio, uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, genial y exquisito, aunque, por los temas que trata y la forma en cómo los trata, no tenga ese reconocimiento general al que su absoluta maestría le hace merecedor. Quizás algún día -confío en verlo- se desfaga el entuerto y su memoria obtenga todo aquello que le corresponde.
Y ahora, por último, los españoles. Ya he hablado de varios, aunque hay muchos más. Juan Manuel de Prada es una de sus mejores plumas, una de las que más me gusta y más admiro. Quizás el nivel obtenido con su novela "Las máscaras del héroe" sea demasiado alto, quizás hasta para él mismo, pero seguro que nos depara otras maravillas encuadernadas de las que él es capaz. Dios lo quiera, por el bien de todos.
Pérez Reverte es otro maestro, denostado en sus inicios, pero genial en su imaginación y valorado, finalmente, por los círculos más académicos que tanto le rechazaron en un principio. Alatriste es uno de los grandes personajes de los últimos años, no hay duda. Ojala salgan más como él.
Javier Marías, genial como pocos; Umbral, maestro de maestros, o Baroja, de los más grandes del mundo. Y los más jóvenes. Lorenzo silva -aunque no sea tan joven- me gusta mucho, y Bevilacqua, su criatura, ha de ser un buen tipo. Con él ha vuelto un género, se ha recuperado lo negro, y me alegro por ello. En esto destaca otro, Pedro de Paz, admirado y seguido por mí, y culpable de que que me envanezca como un bobo con cada comentario que publica en mi blog, regalándome sus palabras. Su "Documento Saldaña" es una gozada, y reconcilia a uno con las novelas de aventuras y detectives. Sus protagonistas son reales, auténticos, y llenos de vida. Él los hace así, él los crea y los pone a trabajar. Y eso es muy difícil.
Juan Gómez Jurado, joven -hasta lo insultante- escritor de éxito, capaz de pergeñar tramas que te absorben y te atrapan y, por lo que yo sé, excelente persona. Los lectores lo adoran, y se lo demuestran con cada libro. Porque se lo merece, y porque se lo curra.
Y por fin una mujer- aunque no la única-.
Marta Rivera, excelente novelista y escritora, a la que, a buen seguro, espera un sinfín de éxitos en su ya laureada carrera.
A todos los leo, y a todos los admiro, ya desde pequeño, como siempre lo he hecho. Son muchos, claro que sí, pero faltan muchos. De algunos me olvido -eso seguro-, a otros, los que menos me gustan, no los pongo de forma consciente, y muchos, o muchísimos, habrá que no conozco. Todos ellos merecen la pena, y todos ellos deben ser leídos. Creo en eso, por supuesto, pero no hay tiempo.
Hay tanto que leer, tanto que aprender, que no se pueden perder las horas. Hay poco tiempo, y es valioso. Muy valioso.
Pues ¡hala!, no se hable más, coño. ¡Manos a la obra!¡A leer! Y a escribir. Que el tiempo vuela.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Honor que usted me hace, D. G., con ese afectuoso reconocimiento. Un consejo, si me lo permite: no se disculpe por aquellas lecturas que no le dicen nada por mucho que sí les digan a otras personas. No se trata de denostar a nadie, se trata de que, en muchas ocasiones, lo que los demás tienen que decir ni nos interesa ni nos llega. Por muy bien, muy pulcra y muy meritoriamente que sean capaces de hacerlo. Tan sólo eso. Tal circunstancia ni los degrada a ellos ni a nosotros.

Un abrazo,
Pedro de Paz

PS.- En mi caso no fueron "Los cinco" sino "Los tres investigadores", pero el proceso fue bastante similar.

Anónimo dijo...

Honores que usted se merece, Don Pedro, ni más ni menos.

Es cierto que no debo disculparme por aquellas lecturas que no me gustan o que no me conmueven, pero entiendo que decir cosas así pueden sorprender a muchos. No obstante, es mi opinión, tan sólo eso, y me reafirmo en ello.

Un abrazo.